Las secuelas “invisibles” de la educación a distancia

Ernesto” es un niño de siete años. Se muestra retraído y apático ante las clases que recibe a distancia en su hogar, ubicado en el sector de Honduras.

Su madre impotente contacta a Carlos González, director de la Unidad de Psicología del Centro Educativo General Antonio Duvergé, escuela donde estudia su vástago.

Después de hacer las evaluaciones de rigor el psicologo evalúa al menor y éste le revela que fue golpeado con una correa por su padre. Determina que el padre impaciente actuó con violencia porque no sabía cómo enfrentar el tímido rendimiento académico de su hijo.

Ese es uno de los casos de violencia intrafamiliar que recibió la semana pasada. Además, atendió a estudiantes con depresión y desinterés por las clases, así como a muchos progenitores irritados, ante el nuevo rol que deben asumir: el de acompañamiento en el aprendizaje. “En muchos casos (los padres) no pueden hacerlo o tienen que pagar tutorías para las clases o buscar un familiar. Eso ha generado ansiedad”, analiza.

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Pese a ese panorama, González afirma que se ha logrado salir a flote con el año escolar.

Los más afectados

Ashley es una niña de 5 años de edad, que cursa el preprimario. Muestra desinterés por el proceso virtual de enseñanza y se rehúsa a participar. A veces tiene falta de apetito y durante el confinamiento, por el COVID-19 se comió las uñas de sus pies y comenzó a comerse sus mocos y cabellos, lo que se denomina Pica, un trastorno alimentario de comer cosas que no son alimentos. La menor había logrado ir al baño sin ayuda y dormía sola pero con la pandemia eso cambió. A veces tiene sobresaltos al dormir, bruxismo o llora sin razón aparente.

Casos similares ha recibido González, quien atendió la semana pasada a 13 estudiantes con problemas de conducta, lo que le preocupa bastante. Reconoce que “La escuela es el primer espacio donde el niño actúa con cierta libertad fuera del marco familiar” y que al estar cohibidos, eso les genera depresión a los niños que no tienen la interacción social que necesitan. “En la escuela hacen amiguitos y enemiguitos. Reciben afecto y se pelean... o sea todo lo que es la dinámica de lo que será su vida donde ellos lo inician es en la escuela”, dijo.

Por la problemática él y su equipo de seis psicólogos de esa escuela, están enfocados en determinar cuál plan implementarán cuando comience el retorno a la presencialidad “porque el aislamiento va a generar muchas secuelas”.

Precisó que los estudiantes desde kinder hasta el 3ero. de primaria son los más afectados con la situación. Dijo que muchos niños están echando para atrás en cosas que habian aprendido.

No obstante, cree que podrían ser peores los efectos emocionales de los niños al volver a las aulas sin poder socializar.

Minerd podría aumentar cantidad orientadores

La Dirección de Orientación y Psicología del Ministerio de Educación realiza un levantamiento para determinar la necesidad de orientadores que existen en todas las escuelas, con el fin de nombrar al menos a un psicólogo por centro educativo. Así lo informó a DL, Francisca de la Cruz, quien está a cargo de esa área del Minerd y reveló que en los casos de escuelas muy pequeñas designarían orientadores intinerantes para que atiendan varios centros. Actualmente, el Minerd cuenta con ocho mil orientadores en todo el país. Informó que a partir esta semana esa dirección iniciará un monitoreo y seguimiento de los riesgos psisociales en las 18 regionales del país, distritos educativos y escuelas, e incluso con los progenitores, con los que tienen entrevistas previstas. Resaltó el arduo trabajo que realizan desde el confinamiento.

Citó la elaboración de las cuatro guías de apoyo, dirigidas a profesores, para garantizar el desarrollo psicoafectivo de estudiantes de todos los niveles. Destacó que los orientadores deben identificar situaciones de vulnerabilidad en las familias, trabajar con la prevención del acoso y abuso sexual en línea y prepararse para la educación semipresencial, cuando se disponga.