Doña Berta, la Lechera de San Juan
Por Rubén Moreta
Corrían los años setenta y esta infatigable mujer le ganaba a los días, porque antes de que saliera el Sol, ya estaba en plena faena en el que fue el oficio de su vida: vender leche pura de vaca.
Desde las seis de la mañana o antes, se hacía la fila en la calle doctor Cabral número 35 de la en esa época pequeña ciudad de San Juan de la Maguana, para comprar el vital alimento. Llegaban uno tras otro los productores lecheros en sus enlodadas camionetas cargados con sus bidones plateados, rebosados del blanco alimento. Y ella, y solo ella, hacía la distribución, con el mayor esmero y precisión.
Era Doña Berta Sánchez, la señora de tez blanca, baja estatura y pelo lacio, con un carácter de acero, pero dueña de una vena solidaria más grande que los océanos del planeta. Todos comprábamos botellas de leche, que no era botella, sino un jarro con similar medida y el costo eran centavos. Eran épocas difíciles y el crédito era una ventana de escape que esta enfaenada mujer, con absoluta discreción, dispensaba a muchos “hijos de machepa”.
La leche era el alimento matutino de los niños de los años setenta. Los muchachos sanjuaneros que vivíamos entre la Canela (luego Wenceslao Ramírez) y 12 de julio, que es a donde llegaba la ciudad en esa época hacia el sur, consumíamos leche pura de vaca, no estas fusiones químicas en polvo que damos hoy a nuestros hijos, que es un disfraz proteínico, una verdadera estafa alimenticia. Y la buena de Doña Berta Sánchez era la facilitadora para que ese alimento llegara a nuestros hogares.
Doña Berta era madre de tres hijos/as (Negrita, la mayor, graduada luego de Ingeniera Civil con inmejorables calificaciones, Belkis la mediana y Rudy, el menor, graduado también de Ingeniero Civil - a quien los años no lastiman, porque al parecer tomó una pócima del bálsamo de la eterna juventud-).
Con respeto y admiración recordemos a Doña Berta Sánchez, la lechera.
El autor es Profesor de la UASD.
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