Retos de las bibliotecas dominicanas ante la pandemia COVID-19

De acuerdo con el informe digital ‘Global Internet Use Accelerates (2019)’, República Dominicana cuenta con más de 6.9 millones de usuarios de Internet, lo que representa el 64% de la población del país. El Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (INDOTEL) registra para el mes de junio del mismo año la cifra de 7.8 millones de personas conectadas a Internet. De estos datos se desprende que existe una importante población conectada y activa a través de dispositivos móviles y de las redes sociales. Se trata de una oportunidad que los profesionales bibliotecarios pueden y deben aprovechar en esta época de distanciamiento social para desarrollar e incrementar servicios virtuales de rigor científico en los portales de las bibliotecas.

Marquina (2013) destaca que las bibliotecas se enfrentan a la realidad de que los usuarios van a solicitar cada vez más servicios en línea y harán más uso de recursos digitales que impresos. Es hora de preguntarnos si los servicios virtuales y digitales de las bibliotecas dominicanas responden a las necesidades y demandas del momento, ya que los usuarios en esta ocasión se inclinan más a demandar servicios virtuales para el estudio y la investigación. Estamos frente a una situación de emergencia sanitaria y, por ende, ante la pandemia que abate al mundo es lógico que la educación virtual experimente un mayor incremento en el país.

Los servicios virtuales y digitales de las bibliotecas dominicanas aún son muy limitados. El estudio de Herrera Severino y Reyes-Pérez (2019) sobre diagnóstico de las bibliotecas universitarias dominicanas concluye que de 32 universidades existentes en el país solo 13 disponen de servicios en línea: catálogo público en línea (OPAC), Página Web, bases de datos, y solo 5 cuentan con Repositorios Institucionales, RI.

Si dichas cifras son preocupantes, ni hablar de las 224 bibliotecas escolares y públicas. Según el Censo Nacional de Bibliotecas de República Dominicana (2012), los resultados fueron desalentadores debido a las debilidades reflejadas en todas las variables estudiadas. Sobresale en el estudio la falta de presencia de las bibliotecas escolares y públicas en Internet, así como colecciones muy limitadas y desfasadas, recursos humanos de baja formación en el área de la bibliotecología y falta de políticas estatales. Desde el año 2008 se cuenta con la ley que ampara las bibliotecas (Ley 502-08), pero aún no se implementa.

El incremento de la educación virtual supone una adaptación de los servicios de las bibliotecas al nuevo sistema de enseñanza, donde se ha de conjugar lo presencial con lo virtual. Las bibliotecas, hoy más que nunca, están en el deber de encauzar los servicios que ofrecen a actuar como soporte de la educación virtual y tienen el desafío de habilitar las colecciones y adaptar su trabajo a las plataformas de enseñanza virtual.

Los programas de competencias informacionales y tecnológicas, y/o alfabetización informacional, habrán de integrarse a la nueva propuesta educativa. Se hará necesario seleccionar recursos múltiples de rigor científico, así como integrarlos a las plataformas de enseñanza, como los repertorios de recursos validados que almacenen audios, videos, flashes, tutoriales, acopio de los recursos elaborados por los profesores, entre otros, que respondan al perfil de los programas de estudio de la institución.

El Espacio Europeo de Enseñanza de Educación Superior (EEES) plantea que la enseñanza virtual ofrece al estudiante una mayor independencia a través del autoaprendizaje. Es aquí donde la biblioteca es pieza clave, trabajando y alojando en la plataforma de enseñanza, recursos de información fidedignos para la formación de los estudiantes.

Es responsabilidad de la biblioteca evaluar de manera crítica la información, conocer de dónde proviene, comprender la problemática legal y social que rodea el uso de la información antes de colocarla en la plataforma y enseñar a los estudiantes a consultarla y acceder a ella de manera ética y legal.

La educación virtual y la biblioteca digital, como espacios educativos, son entes inseparables para intensificar la calidad de la educación. Cabral Vargas (2017) señala que cuando se habla de biblioteca, se habla de un sistema, una organización, se habla de espacio físico e intelectual, de un centro donde la información se convierte en conocimiento mediante el proceso del pensamiento, se refiere a una comunidad, a una diversidad cultural; en fin, es un centro integral de aprendizaje.

En países con sistemas educativos de calidad, las bibliotecas son consustanciales al proceso de enseñanza-aprendizaje. El país cuenta con la fortaleza del programa República Digital, susceptible de ser fortalecido con la aplicación de normativas internacionales para la organización de los recursos de información. En vez de un sistema localista, podría ser un sistema global e interoperable, capaz de aliarse a redes internacionales. Sería saludable que junto a los especialistas en tecnologías se incluyan profesionales bibliotecarios encargados de seleccionar y alojar los contenidos en el programa, como bibliotecarios temáticos. El Ministerio de Educación (MINERD) tiene como tarea pendiente trabajar en la creación de espacios adecuados para las bibliotecas escolares dominicanas, que se constituyan en verdaderos centros de recursos para el aprendizaje.

De vuelta a la biblioteca: Reapertura de los servicios en tiempo de COVID-19
Las bibliotecas dominicanas con portales y servicios en línea están ofreciendo ayuda a través de la página web y las redes sociales. No obstante, es tiempo de ir planificando las medidas a tomar en cuenta al reanudar los servicios presenciales a fin de garantizar la salud al personal y a los usuarios, así como para evitar la propagación del COVID-19.

Como medidas pertinentes, recomendadas por la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA) al sector bibliotecario global, y conforme a la literatura consultada sobre COVID-19, siguiendo las experiencias de países como España, Francia, Colombia, Estados Unidos y otros, se recomienda que antes de reanudar los servicios al público, la biblioteca debe:

Preparar una campaña de comunicación a fin de asegurar al personal y a los usuarios que la biblioteca está libre de contaminación e informar en medios adecuados las medidas que se están llevando a cabo. Se aconseja incluir en el portal de las bibliotecas vínculos con información confiable sobre COVID-19 y promover la alfabetización mediática frente al cúmulo de informaciones falsas que se diseminan en las redes sociales.
Definir la comunidad de usuarios que más necesitan hacer uso de los servicios presenciales de la biblioteca, por ejemplo, estudiantes de tesis.
Es recomendable enviar comunicación con los servicios presenciales disponibles, a fin de evitar aglomeraciones de los usuarios. Se aconseja limitar el acceso y el tiempo. Los servicios de las salas de estudios en grupo y talleres presenciales se deben posponer hasta tanto se vuelva a la normalidad.
En cuanto a las instalaciones y los recursos de la biblioteca, se debe preparar un protocolo de desinfección acorde con las recomendaciones de las autoridades sanitarias.
Llevar a cabo un programa de limpieza continuo, a lo largo del día, en mesas, sillas, catálogo público en línea (OPAC), computadoras al servicio de los usuarios, escaleras, ascensores y demás superficies susceptibles de contaminación.
Mantener puertas abiertas para facilitar el acceso de los usuarios y evitar contacto con los manubrios.
Habilitar un espacio fuera de la biblioteca para recibir los libros devueltos por los usuarios y desinfectarlos apropiadamente. Los libros prestados no deben integrase a la colección al regresar a la biblioteca por lo menos durante 14 días.
Reorganizar el mobiliario de las áreas de estudio conforme a las normas de distanciamiento social.
En cuanto al personal, se recomienda que no se integre masivamente. Convendría reiniciar las labores con el personal mínimo imprescindible. Es preciso conocer el número de empleados que está dentro de la categoría de riesgo de infección o contagio y, dentro de lo posible, asignarles tareas para realizar desde la casa.
Elaborar normas para el comportamiento e higiene del personal de la biblioteca, que van, desde demarcar la interacción entre empleados y usuarios, hasta trabajar con guantes y mascarillas desechables, entre otras.
Instalar pantallas de protección en los mostradores de préstamo de libros y otros materiales para evitar posible contagio.
Crear normas para garantizar el distanciamiento entre el personal y los usuarios.

Según el informe COVID-19 y el Sector Bibliotecario Global 2020, preparado por IFLA, todas las bibliotecas, a nivel mundial, están afrontando decisiones fuertes sobre los servicios a ofrecer y la forma de hacerlo. La decisión de restringir los servicios o cerrar la biblioteca se debe adoptar luego de evaluar el costo y el riesgo implicado para la enseñanza. Es momento de incentivar el uso remoto de los servicios y recursos de la biblioteca. Algunas acciones inmediatas comprenden promover el uso de bibliotecas digitales mundiales, uso de libros electrónicos y aprovechar la oferta de proveedores para el uso gratuito de valiosas bases de datos mientras dure la pandemia.

Pérez-Salmerón (2018) indica que se requiere una rápida reacción de los profesionales bibliotecarios para salir del túnel del tiempo o, mejor dicho, de la vida contemplativa, en la que se corre el riesgo de quedar anclados.

La buena gestión de las bibliotecas frente a la pandemia COVID-19 puede motorizar el interés de las autoridades académicas privadas y gubernamentales en realizar la inversión que requiere el país en recursos de información. Y lograr, además, que dichos recursos sean compartidos por toda la comunidad académica, principalmente por las universidades y demás instituciones de educación superior.
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Dulce María Núñez de Taveras es bibliotecóloga, coordinadora de la Maestría en Bibliotecologia y Ciencias de la Información, PUCMM.

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