Los cerebros fugados de Venezuela que llegaron a trabajar en lo que sea

SANTO DOMINGO. Venden jugos o arepas en la avenida Duarte, chocolates en los semáforos de la Abraham Lincoln, trabajan como taxistas, meseros y como domésticas. Muchos de ellos cuentan con títulos universitarios y llegaron a la República Dominicana escapando de la crisis social y económica que asola a Venezuela.

Los problemas que enfrentan para regularizar su condición migratoria en el país les han obligado a aceptar condiciones salariales incluso por debajo del nivel legal, mientras otros han preferido la informalidad porque ganan más dinero, aunque eso los haga más susceptibles a una deportación que los lleve de vuelta al país del que se vieron forzados a marcharse.

“La mayoría de los venezolanos que estamos aquí vinimos, no porque no nos gustaba nuestro país. Yo amo a mi país, ¿quién no? Me vine, no fue por mí ni por mi esposo, fue por mi hija, porque no me pareció justo que ella viviera ese tiempo donde hay tanta escasez de todo. No hay prácticamente nada, hay muchos problemas con todo. Tomé el riesgo, porque no es fácil emigrar y empezar de nuevo”, contó Candy Nieves, una venezolana que vende chocolates desde finales del año pasado en la avenida Abraham Lincoln esquina John F. Kennedy.

Ella se destacaba a lo lejos en el semáforo de la intersección vial. Su forma de vestir no estaba desgastada ni sucia, como regularmente andan quienes venden en las calles. La joven de 31 años iba maquillada, con una larga melena suelta y su rostro protegido del sol con una gorra. Vestía con zapatos cómodos, jeans, una blusa rosada y una mochila del mismo color en la que guardaba los chocolates que ofertaba.

Los cerebros fugados de Venezuela que llegaron a trabajar en lo que sea
“Soy licenciada en educación castellana y literatura, tengo una empresa en Venezuela junto con mi esposo (quien ahora es mesero en Dominicana), y por razones de materia prima tuvimos que emigrar y estoy aquí, como quien dice, ganándome la vida”, explicó.

Cuando Diario Libre habló con ella el pasado 31 de enero estaba optimista: tenía la promesa de un trabajo en una cafetería por el que ganaría entre RD$15,000 y RD$20,000. “Hay bastantes venezolanos que he visto y escuchado en las redes que los explotan y les pagan muy poquito sueldo”, se lamentaba.

No obstante, sopesaba el mantener la venta en el semáforo pues no le iba mal; en un día ganaba entre RD$500 y RD$800. Además, aparecían conductores que, cuando se percataban de que era venezolana, le regalaban dinero, como uno que le donó RD$200 y otro que le pidió que conservara la devuelta.

La representante de la Asociación de la Diáspora Venezolana en RD, Ana Rodríguez, señaló que han recibido casos en los que los sudamericanos están ganando salarios de RD$7,000 a RD$12,000 al mes, montos que pueden estar por debajo del ingreso mínimo legal dominicano. “A veces ni siquiera les pagan la liquidación por los despidos”, agregó, tras apuntar que lo usual es que los empresarios cancelen a los venezolanos cada 90 días para evitar problemas con las autoridades por contratar a trabajadores en situación irregular.

“Eso dificulta la vida en general, desde hacer un contrato de alquiler hasta lograr cierta estabilidad. ¿Cómo hacen para sobrevivir? Por eso es que deciden trabajar en la economía informal y uno los entiende, porque a veces ganan hasta el doble de lo que ganarían en una empresa”, dijo Rodríguez.

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Un vendedor de jugos en la avenida Duarte contó que llegó al país hace un año acompañado de su novia. Era estudiante de ingeniería industrial en Venezuela y, apenas arribó a la República Dominicana, comenzó a trabajar en un motel, pero le pagaban RD$9,000 mensuales, así que hace ocho meses decidió vender jugos en esa concurrida avenida de Santo Domingo. Un día de buena venta estima que consigue RD$1,000.

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